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De pinares, campos y buenos caldos

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Habitualmente, cuando alguien cuenta la ruta que ha realizado ese día a los amigos, suelen ser recorridos duros, largos, con grandes puertos o por unos parajes espectaculares. Territorios en los que de forma tradicional se han desatado las más cruentas batallas deportivas y que en mayor o menor medida tratamos de emular con nuestras limitaciones. Bueno, pues hoy no va a ser el caso. Hoy he estado recorriendo la ancha y vieja Castilla. Un terreno de horizontes planos, aparentemente poco sugerente pero en donde, si te pones a rascar, encuentras buenas razones para disfrutar de una fantástica mañana de ciclismo.

Como es habitual en mis rutas segovianas, el punto de comienzo se encuentra en el pequeño pueblo de Torrecilla del Pinar, situado a caballo entre Tierra de Pinares y las amplias extensiones cerealistas castellanas. Hoy toca dirigirnos hacia estas últimas ya que el entrenamiento del día el típico rodaje de fondo donde hay que evitar subir de pulsaciones en la medida de lo posible. Me dirijo por tanto en dirección norte rumbo a Peñafiel, que dista unos 30 km de aquí. Esta primera parte, por carreteras bien conocidas para mi comienza por una zona de pequeñas colinas, repechos, las típicas carreteras de asfalto áspero y botoso donde apenas cabe un coche. El día está gris, sopla una suave brisa y el terreno tiene un aspecto que instantáneamente me trae reminiscencias flamencas. Estoy seguro que pocos podrían diferenciar una foto de aquí de otra tomada en Bélgica. Pena que aquí no tengamos adoquines. Me gusta venir por este tipo de carreteras con las bicis de prueba ya que es el lugar ideal para comprobar la calidad de rodadura de las bicis. Una bici demasiado rígida y poco absorbente, a los pocos kilómetros por este terreno te dejan el cuerpo machacado. Así pasamos por diminutos pueblos como Fuentepiñel, Aldeasoña o Laguna de Contreras. Comentar que el recorrido que he elegido no está del todo improvisado sino que transcurre por el que era el recorrido tradicional de la marcha cicloturista Pipe Gómez que se celebra –la verdad que desconozco si se sigue haciendo- en Cuellar a finales de mayo. Durante esta primera parte, siempre favorable, vamos buscando la vega del río Duratón que atravesamos en Laguna de Contreras, ya en su curso bajo. Desde este punto, seguiremos su curso haciendo caso omiso al letrero que os indica hacía Sacramenia y su sugerente oferta gastronómica donde podemos degustar con calidad el típico plato de la tierra: cordero asado. Nos adentramos por tanto en tierras vallisoletanas dirección hacia Rábano, curioso nombre para un pueblo. Aquí abandonamos la carretera principal para girar a la entrada del pueblo a mano izquierda y volver a atravesar el Duratón. También esta carretera nos conduce a Peñafiel, paralela a la que traíamos, pero con la diferencia de que aquí el tráfico es casi nulo. A buen ritmo van cayendo los kilómetros hasta que a la derecha sobre un alto vemos poco a poco aparecer el majestuoso castillo de Peñafiel, cuna de la denominación de origen Ribera del Duero como delatan la multitud de viñedos entre los que venimos pedaleando durante este último tramo. También es el punto final del río Duratón para desembocar en el Duero que seguiremos. Tenemos dos opciones, ir por la nacional que lleva a Valladolid o atravesar la vega en dirección a Pesquera de Duero. Hoy he optado por la primera, pero la mejor sin duda es la segunda ya que ambas carreteras son paralelas pero esta última mucho menos transitada. Vayamos por donde vayamos, nos espera un largo tramo llano de casi 20 km hasta alcanzar el pueblo de Quintanilla de Onésimo. Tramo monótono de agachar la cabeza y ver el velocímetro rondando los 35 km/h constantemente y eso sin forzar. Ideal para acostumbrar la cabeza a los buenos ritmos de crucero, sobre todo por lo desolador de mirar al horizonte y ver casi la carretera desaparecer en algunos tramos. Para distraer la mente, voy fijándome en las múltiples bodegas que voy dejando a los lados como las afamadas Arzuaga o Vega Sicilia, sería un buen avituallamiento al estilo del que ponían en la Eroica.

En Quintanilla, cambio de tercio. Toca salir de la vega del Duero. Giramos a la izquierda en dirección a Cojeces del Monte. Delante de nosotros una subida de cerca de 4 kms, de las que se agarran. Todo el rato 6-7 %, buen lugar para piques y para estirar un poco el motor. Subo alegre, buscando cambiar el ritmo. Como se disfruta cuando le pides al motor y éste reacciona, sobre todo tras tantos kilómetros al ralentí. Arriba nos adentramos entre un pinar. Una larga recta que continúa picando  hacia arriba y donde toca bregar para que no decaiga el ritmo. Esta desemboca en una pequeña bajada que nos adentra en un vallecito, de esos rincones que no parecen de Castilla. Enlazamos con otra subida de unos 3 km, más tendida que la anterior, de subir con fuerza. De hecho recuerdo haberla subido a plato, como parte del tramo libre de la marcha Pipe Gómez, aunque hoy no toca y procuro buscar la cadencia mientras no quito ojo al pulsómetro para evitar sobrarme. Arriba pequeña parada para disfrutar de otro de los rinconcitos que nos regala esta ruta, las ruinas del Monasterio de la Armedilla. Sin dormirme demasiado, continúo camino, por una zona de toboganes atravesando Cojeces, Torrescarcela y bregando con el plato grande llego a Cuellar, otro de los puntos importantes de esta ruta. El pueblo de las iglesias de estilo mudéjar con sus característicos ladrillos o de las fiestas características por celebrar los encierros taurinos más antiguos de España, amén de su imponente castillo. Un sitio que no podemos dejar pasar en una ruta turística. Pero hoy estamos a bici, por lo que no llego a entrar en Cuellar. Giro a izquierda por la carretera que conduce a Moraleja de Cuellar. Ya van pesando los kilómetros en las piernas y aun quedan otros 20 para cerrar el bucle que iniciábamos esta mañana. 20 km para llegar a Fuentesauco por una carretera de suaves toboganes. Nuevamente volvemos a estar rodeados de campos de cultivo y suaves colinas, nuevamente el paisaje parece sacado de Flandes, pero no, seguimos en Castilla.

Finalmente 120 km en 4 horas de bici nos dejan un regusto de buen entrenamiento, lo que tocaba, cumplido a rajatabla. Por estas carreteras solitarias que distan mucho de nuestras salidas habituales en Madrid, la verdad que cuesta mucho menos  hacer estas kilometradas.


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